viernes, 8 de diciembre de 2023
“El mejor negocio NO es vivir de la agricultura sino vivir de los agricultores”, es un refrán muy antiguo pero cada vez más actual y vigente. Varios estudios señalan que los productores rurales latinoamericanos están recibiendo, en promedio, apenas el 15% de los precios que los consumidores pagan por los alimentos en los supermercados, tianguis y fruterías. Del otro 85% se apropian los crecientes eslabones de las cadenas de intermediarios, algunos necesarios pero otros prescindibles, abusivos y hasta parasitarios.
Polan Lacki, autor de “El libro de los pobres rurales”, que es la propuesta para emancipar a los agricultores, compartió a AgroSíntesis este artículo, producto de su conocimiento de la agricultura de los países de América Latina y de su experiencia de 25 años trabajando en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El contenido de este artículo está fundamentado en la siguiente premisa: “De los endeudados, desfinanciados y burocratizados gobiernos latinoamericanos es muy poco o casi nada lo que los productores rurales pueden esperar”. Consecuentemente, solo les queda la alternativa realista y pragmática de tomar en sus propias manos la solución de sus problemas económicos, haciendo algo similar a lo que ya hicieron y siguen haciendo muchos productores rurales, a través de su propio y eficiente esfuerzo.
Este artículo busca demostrar que proponer a los agricultores a que asuman el protagonismo en la solución de sus problemas económicos “no es el fin del mundo”, porque ellos podrán hacerlo adoptando de manera gradual y correcta la mayoría de las siguientes diez medidas propuestas a continuación:
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Cambios radicales en las actitudes de los productores rurales más conservadores, en el sentido de reemplazar la ilusión de que serán contemplados con apoyos paternalistas, por el eficiente y organizado protagonismo de los propios agricultores en la solución de sus problemas económicos, porque la capacidad (operativo-institucional, financiera y política) de nuestros desfinanciados gobiernos para solucionar los problemas de todos los productores rurales por la vía del paternalismo es mínima, por no decir nula.
En vez de seguir esperando por las improbables, insuficientes e ineficaces ayudas materiales y financieras gubernamentales, recomiendo que los productores rurales se asocien inmediatamente a una cooperativa agrícola que ya esté proporcionando asistencia técnica a sus asociados, porque debido a la globalización de los mercados, el conocimiento adecuado, actualizado e inteligible por los agricultores es el insumo más imprescindible y más eficaz para mejorar la rentabilidad en la agricultura y en la ganadería. En el caso de que dicha cooperativa aún no exista en el municipio o en la región, los productores rurales pueden formar un grupo pre-cooperativo con unos 10 o 20 agricultores solidarios y en conjunto contratar o asociarse a un extensionista (un técnico agrícola que preferentemente tenga “más cayos en las manos” que títulos académicos colgados en las paredes de su oficina). Este extensionista deberá tener real capacidad teórica y especialmente práctica para mejorar la eficiencia del grupo solidario en la producción, en la administración de las fincas y en la comercialización de las cosechas.
En el caso de que los recursos de este incipiente grupo cooperativo no sean suficientes para pagar el salario del extensionista, los productores rurales no deben renunciar a esta irreemplazable aspiración educativa; deben solicitar/reivindicar que la alcaldía municipal, alguna ONG u otra institución de apoyo al agro lo contrate y lo ponga a disposición del grupo solidario recién constituido, porque en este mundo tan competitivo un muy eficiente asesoramiento técnico a los productores rurales es absolutamente imprescindible para que todos ellos puedan empezar inmediatamente a adoptar las próximas medidas que les permitirán mejorar su rentabilidad.
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Es necesario, por no decir imprescindible, aumentar los aún bajísimos rendimientos promedio latinoamericanos, descritos en los próximos ítems a, b, c, d y e, como la más eficaz medida para empezar a reemplazar la pobreza por la prosperidad rural, porque en el marco de la globalización de los mercados, los productores rurales sencillamente no podrán sobrevivir económicamente:
a. Mientras sigan cosechando en promedio apenas 8 toneladas de maíz por hectárea, porque dentro y fuera de América Latina existen muchos productores rurales que ya está cosechando 10, 12 y hasta más de 16 toneladas por hectárea.
b. Mientras sigan cosechando en promedio apenas 2.4 toneladas de trigo por hectárea porque en los países latinoamericanos existen muchos productores que están cosechando más de 7 ton/ha. Algunos productores chilenos ya están cosechando 9.5, 10.6 y hasta 12 ton/ha. En Alemania y en Francia el rendimiento promedio nacional ya es superior a 8 toneladas de trigo/ha.
c. Mientras sigan cosechando apenas 20 toneladas de papas por hectárea, porque los productores eficientes están cosechando 40, 50 y hasta más de 60 toneladas por hectárea. En Bélgica el rendimiento promedio nacional es de 49 toneladas/ha.
d. Mientras sigan cosechando apenas 900 kilogramos de frijol por hectárea porque tendrán que competir con los productores eficientes que ya están cosechando 3,700 kg /ha
e. Mientras sigan cosechando apenas 74 toneladas de caña de azúcar por hectárea, porque tendrán que competir con los productores eficientes que ya están cosechando más de 300 toneladas/ha.
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Para que todos los productores rurales puedan empezar, inmediatamente, a incrementar estos bajísimos rendimientos recomiendo la siguiente y muy sencilla estrategia: Iniciar la modernización productiva introduciendo aquellas muchas innovaciones de bajo o cero costo, cuya adopción no requiere de recursos materiales ni financieros adicionales a aquellos que los productores rurales ya están utilizando (ya sean propios o de terceros). Con esta actitud realista y pragmática de hacer lo posible inmediatamente, en vez de seguir esperando por improbables ayudas paternalistas gubernamentales, incluso los productores rurales más pobres podrán empezar a incrementar los rendimientos por unidad de tierra y por ende mejorar los ingresos familiares. Sin embargo, reconozco e insisto que deberán hacerlo por etapas, paso a paso.
Los productores rurales podrán iniciar esta “eficientización” productiva introduciendo aquellos mejoramientos que para ser adoptados requieren mucho más de conocimientos adecuados que de créditos abundantes. Ejemplo de algunas medidas para mejorar la eficiencia en la agricultura son: Mantener el suelo permanentemente cubierto con nuevos cultivos o con los rastrojos de la cosecha anterior, jamás quemar dichos rastrojos, hacer pruebas de germinación antes de la siembra, si es necesario inocular las semillas de las leguminosas, regular/calibrar la sembradora para asegurar la cantidad adecuada de matas por hectárea, sembrar siguiendo las curvas de nivel, recoger e incorporar al suelo los estiércoles, diversificar las especies producidas para reducir riesgos de clima, de plagas/enfermedades y de mercado, en la diversificación siempre incluir gramíneas con elevado potencial para producir un rápido crecimiento radicular que permita mejorar la porosidad y promover la descompactación del suelo, adoptar la rotación de cultivos y el eficientísimo sistema integral de siembra directa, eliminar las malezas antes que ellas perjudiquen los cultivos, de ser posible adoptar el manejo integrado de plagas y enfermedades, de modo que los pesticidas sean el último recurso y no el primer y mucho menos el único recurso para eliminarlas, reducir las pérdidas que ocurren durante la cosecha y en el almacenaje, no dedicarse solo a la etapa más pobre del negocio agrícola que es la etapa de producción, y finalmente, producir especies más nobles o sofisticadas que sean consumidas por los compradores que tienen un poder adquisitivo más elevado.
Estas medidas elementales recién sugeridas son muy eficaces para empezar a mejorar la productividad de la agricultura, pero ellas no son suficientes. Sin embargo, afortunadamente esta limitante “no es el fin del mundo” porque ella puede ser contrarrestada a través de la siguiente solución: después que los productores rurales adopten de manera correcta las medidas de esta primera etapa, aumentarán los ingresos familiares con los cuales podrán financiar la segunda etapa de intensificación productiva. Esta nueva etapa les permitirá aumentar sus ingresos y utilizarlos para sembrar más hectáreas, fertilizar e irrigar, renovar la maquinaria agrícola, adoptar la agricultura de precisión, incorporar valor agregado a las cosechas, etc., con la diferencia de que, adoptando esta estrategia gradualista, los productores rurales utilizarán para la nueva etapa los recursos financieros que ellos generaron dentro de sus propias parcelas (en vez de endeudarse con los bancos).
Adoptando esta modesta pero muy eficaz estrategia de partir de lo posible para llegar a lo deseable, y de producir más y mejor con menos recursos, muchos expobres rurales de todos los países de América Latina dejaron de ser pobres.
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Reemplazar la cantidad por la productividad de los factores de producción. Se sugiere convertir la tierra de cultivo más productiva para compensar la falta de superficie, de esta manera, aumentar los ingresos familiares a través del incremento de la productividad de los factores escasos y del cooperativismo (para comprar mejor, producir más y vender mejor), lo cual es importante ya que la gran mayoría de los productores rurales latinoamericanos son minifundistas, por lo que necesitan estar muy bien capacitados para ser capaces de contrarrestar la insuficiencia de tierras de cultivo.
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Reemplazar los añejos y equivocados monocultivos de granos, tubérculos o raíces, que producen apenas una o dos entradas de dinero al año. Recomiendo adoptar la diversificación productiva para obtener cosechas e ingresos familiares en varias épocas del año. Será conveniente diversificar la producción agrícola y, si posible, diferir/escalonar las fechas de siembra. A través de la diversificación los agricultores podrán producir, aunque en pequeñas cantidades, algunas especies de granos, frutas y hortalizas, con el doble propósito de obtener frecuentes producciones de alimentos para mejorar la alimentación familiar y tener entradas de dinero en distintas épocas del año.
6
Realizar en forma gradual la reconversión productiva, reemplazando las especies tradicionalmente cultivadas por los agricultores pobres y adquiridas por los consumidores también pobres (maíz, papas, camote, calabaza, arroz, frijol). En su lugar recomiendo producir especies que son adquiridas por los consumidores de poder adquisitivo más elevado. Porque es muy difícil que esta gran mayoría de agricultores pequeños y pobres que dispone de minúsculas superficies de tierra y que produce especies consumidas por los pobres pueda sobrevivir económicamente, por más elevada que sea la productividad de sus actuales cultivos, porque estas especies recién mencionadas generan ingresos monetarios muy bajos, por hectárea y por año. Les sugiero analizar la posibilidad y /o conveniencia de reemplazarlos por algunos otros rubros más “nobles” o sofisticadas que son adquiridos por los consumidores que pueden y están dispuestos a pagar precios más elevados tales como algunas de las siguientes especies que suelen tener precios de venta mucho más elevados: brócoli, alcachofa, tomate, aguacate, melón, sandía, berries, piña, anonáceas, higo, hortalizas orgánicas, etc.
7
Reducir las pérdidas que ocurren antes, durante y después de la cosecha (porque algunas son fácilmente evitables). En el caso de los granos, además de calibrar correctamente la cosechadora para reducir las pérdidas durante la cosecha, los agricultores podrán evitar la incidencia de micotoxinas y los elevados daños provocados por gorgojos y roedores. También podrán reducir las pérdidas de hortalizas y frutas que abundan en las épocas de cosechas y se pierden por no transformarlas en las muy apreciadas conservas artesanales tales como pulpas de frutas, de tomates y de otras hortalizas, jaleas, mermeladas, o las que se pierden por no deshidratar las frutas, exponiéndolas directamente al sol o utilizando secadores solares. Varias frutas secas/deshidratadas como: piñas, duraznos, ciruelas, mangos, higos, manzanas, papayas y peras tienen excelente sabor, gran aceptación y elevados precios en los mercados.
Lo propuesto en estas siete medidas podría y debería ser ejecutado por los propios productores rurales con mínimo o nulo apoyo material y financiero de sus gobiernos. Sin embargo, ellos no lo hacen porque las instituciones educativas no les proporcionaron los conocimientos, las habilidades ni las actitudes para que ellos quieran y sepan hacerlo de manera correcta. En resumen, es en el interior de las instituciones educativas en donde están silenciosamente instaladas las causas más profundas del subdesarrollo agrícola y rural de todos los países latinoamericanos.
8
Mejorar la presentación visual de las cosechas, sometiéndolas a un sencillo “maquillaje” antes de comercializarlas. Como, por ejemplo: lavarlas, clasificarlas por tamaño, fraccionarlas y envasarlas. Utilizando la mano de obra familiar los agricultores podrán hacer un maquillaje tan elemental como el que realizan los supermercados antes de vender. Es gracias a la adopción de estas medidas de bajísimo costo que los supermercados suelen duplicar o triplicar los precios de venta de los productos. Entonces, si los empleados de los supermercados pueden ser entrenados para hacerlo, es evidente que las familias rurales también podrán ser capacitadas, pero lamentablemente pocas veces alguien las motiva y capacita para que quieran y sepan hacerlo.
Es necesario reconocer que la adopción de algunas de estas medidas requiere inversiones de costo más elevado, que cada pequeño agricultor no podrá realizarlas individualmente. Por este motivo, para que la adopción de esta estrategia mejore aún más a la rentabilidad de los productores rurales será conveniente que ellos adopten la novena y la décima medidas, ambas descritas a continuación.
9
Adoptar la denominada integración vertical del negocio agrícola, en vez de dedicarse apenas a la etapa de producción. La única etapa de las largas cadenas agroalimentarias a la cual la mayoría de los agricultores actualmente se dedica (aquella que va desde la siembra hasta la cosecha), es la que exige más trabajo, es la que está más expuesta a riesgos de clima, plagas/enfermedades y de comercialización, y es la menos rentable de todas. Por esta razón, recomiendo que los productores rurales depongan el individualismo, se organicen en grupos cooperativos para que puedan ampliar la escala de producción que les permita asumir la ejecución de algunas etapas más redituables del negocio agrícola, porque es en estas donde los productores rurales podrán mejorar su rentabilidad.
Sin embargo, si los productores rurales no adoptan medidas, las riquezas que ellos producen en sus parcelas seguirán beneficiando los crecientes eslabones de intermediación. Al tener tantos “socios” con quienes los productores rurales actualmente están compartiendo las riquezas que producen, no es de sorprender la lamentable injusticia. Diversos estudios indican que en promedio los productores rurales de América Latina reciben apenas el 15% de los precios que los consumidores finales pagan por los alimentos en los supermercados (frutas, hortalizas, cereales, leguminosas, etc.). Del otro 85% se apropian, sin merecerlo, los numerosos intermediarios que menos trabajaron, que no produjeron los mencionados alimentos y que no se expusieron a mayores riesgos productivos. Es debido a esta excesiva intermediación que el siguiente y antiguo refrán está cada vez más actualizado y cada vez más vigente: “El mejor negocio no es vivir de la agricultura sino que vivir de los agricultores”. Esta injusta distorsión es consecuencia del individualismo y de la ingenuidad que los propios productores rurales podrán y deberán eliminar de sus actitudes y procedimientos.
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Deponer el individualismo que está destruyendo económicamente a los productores rurales, expulsándolos del campo y transformándolos en miserables de las periferias urbanas. Les conviene juntarse con sus vecinos a través de grupos solidarios para ampliar la escala de producción, para reducir/diluir los costos fijos en maquinaria e instalaciones, para incorporar valor agregado a las cosechas y para fortalecer el poder de negociación en la adquisición de los insumos y en la comercialización de las cosechas. Los siguientes tres ejemplos demuestran claramente que, en virtud del mencionado individualismo, los agricultores se convierten en los causantes de sus fracasos económicos:
Primer ejemplo. Ellos pagan precios innecesariamente elevados por los insumos porque los adquieren con alto valor agregado, siempre en forma individual, en minúsculas cantidades, del último eslabón de una larga cadena de intermediación y los adquieren en la peor época del año cuando todos acuden a comprar y los precios aumentan.
Segundo ejemplo. Cuando comercializan sus cosechas obtienen precios muy bajos porque hacen exactamente lo contrario de lo que hicieron al adquirir los insumos; porque venden sus cosechas al primer intermediario que aparece en la parcela, en pequeñas cantidades, sin incorporar valor agregado. Adicionalmente, las venden en la peor época del año, cuando todos los productores rurales necesitan comercializarlas para poder liquidar sus deudas y los precios se reducen.
El individualismo los volvió extremadamente frágiles y los condujo a la siguiente actitud de sumisión: cuando compran los insumos adoptan la actitud habitual de preguntar al vendedor ¿Cuánto cuesta?, pero cuando se convierten en vendedores de sus cosechas, en vez de determinar el precio de venta, siguen preguntando a los compradores ¿Cuánto me pagan?. En virtud del individualismo, los productores rurales nunca son formadores de precios, siempre son pasivos tomadores/aceptadores de precios que les imponen los vendedores de insumos y los compradores de sus cosechas.Tercer ejemplo. Económicamente apenas se justifica poseer individualmente una moderna cosechadora de granos si el agricultor cultiva superficies superiores a 300 hectáreas. Desafortunadamente muchos productores rurales que cultivan 20 o 30 hectáreas, “estimulados” por simpáticos y convincentes vendedores se endeudan innecesariamente para adquirir una sofisticada cosechadora individual de altísimo costo, que la utilizan pocos días al año. Cometen esta incoherencia en vez de formar un grupo solidario y adquirir una buena cosechadora que proporcione servicios eficientes a todos los integrantes del grupo.
Este frecuente y muy equivocado gasto en maquinaria sobredimensionada genera consecuencias económicamente desastrosas en contra de los propios agricultores. Porque, en muchísimos casos, el dinero que ellos mal gastaron al adquirir la cosechadora individual, es el dinero que más adelante les hará muchísima falta para adquirir lo que es mucho más prioritario e indispensable, como por ejemplo: para comprar semillas mejoradas, fertilizantes, inoculantes, pesticidas, etc.
Debido a este individualismo, aparentemente inofensivo, los agricultores están adoptando estos tres procedimientos equivocados, todos ellos contrarios a sus propios intereses económicos. Es necesario que ellos depongan este individualismo autodestructivo y empiecen a adoptar la solidaridad con sus vecinos. Ojalá que comiencen a hacer algo similar a lo que hicieron y siguen haciendo, con extraordinario éxito, las cooperativas agroindustriales de los estados/provincias brasileños de Paraná, de Santa Catarina, de Rio Grande do Sul, y en menor escala, las cooperativas de las provincias de São Paulo, Minas Gerais e Goiás. AS
Labranza